Generación tras generación, los pelícanos que ahí habitaban, prosperaron sin demasiado esfuerzo, pues los desperdicios de pescado llegaban a la costa y lo único que tenían que hacer era pasearse por la bahía, gordos y felices comiendo cuanto quisieran, sin esforzarse demasiado.
Hasta que las políticas cambiaron y un nuevo gobierno excesivamente proteccionista retiró la concesión a los japoneses; quienes se fueron de ahí con sus buques fábrica y se trasladaron a los mares de Noruega.
Y entonces ocurrió la que fué la mayor catástrofe ecológica que la Bahía hubiera vivido: Los pelícanos empezaron a morir; primero a decenas y despues, cientos de pelícanos moribundos yacían tendidos a lo largo de la costa.
Corrieron rumores de un virus letal o hasta que los japoneses, en venganza habían envenenado las aguas.
Cuando los investigadores acudieron a investigar, llegaron a la conclusión de que los pelícanos estaban muriendo de hambre. Generación tras generación de alimentarse sólo en las costas, había atrofiado sus capacidades y los pelícanos no se internaban mar a dentro en busca de su alimento.
¿Cómo los rescataron? Muy sencillo: Trajeron pelícanos de otras costas y los pelícanos que aún tenían fuerza suficiente reaprendieron a atrapar su alimento mar adentro.
Somos el promedio de las 5 personas con quienes más convivimos.
Si quieres aprender a volar, júntate con pelícanos que sepan volar.
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