viernes, 17 de marzo de 2017

LOS TOROS DE LIDIA


     En la fiesta de toros, tal como su nombre lo dice, el elemento fundamental es el toro, el toro bravo. Sin él, ella no podría existir. Por eso, primero que nada el toro debe ser bravo, una palabra simple, pero que encierra todo el contexto alrededor del cual gira y existe la fiesta. 



Es un animal de gran belleza, cuya corpulencia y tipo inspiran respeto. Un animal fino, como se dice taurinamente, bien hecho, de cornamenta bien colocada, testuz ancho, ojos grandes y brillantes, con mirada penetrante y fuerte, la cara seria, el morrillo marcado, pecho ancho, lomo fino, recto y musculoso, manos y patas firmes, fuertes pezuñas pequeñas y redondeadas, cola fina, larga y espesa. En fin, la armonía del toro lo distingue como un animal de gran belleza.
El toro es el bovino propicio para la lidia y debe tener tres cualidades primordiales: bravura, nobleza y poder. 

Y cuando es arrojado al ruedo, toda su casta se pone a prueba. No existe otra opción para el toro mas que atacar con todo su coraje y bravura.
 La plaza está diseñada, precisamente, para no darle al toro esta posibilidad. Por eso la puerta del «toril», por donde el toro ha salido a la arena se camufla con el resto de la plaza y el toro no la ve una vez dentro.
Por eso la plaza es circular, para que el toro pierda su orientación y no se refugie en ninguna esquina, como solía pasar cuando las plazas eran cuadradas.
 Por eso la valla de madera, las «tablas», es muy alta.

Como el toro no se le da la posibilidad de huir, sólo le queda la opción de modificar el entorno, eliminando aquellos aspectos del mismo que son la causa de su sufrimiento, en este caso, los toreros y los caballos.

La embestida de los toros, es en realidad un comportamiento defensivo encaminado a apartar al agresor del entorno donde el toro se encuentra.
A veces, el toro avisa, de forma instintiva, con una embestida ritualizada. El toro, sin cambiar de lugar, y respirando profundamente, rasca el suelo con las patas delanteras, con la cabeza baja, en la dirección del elemento del entorno que intenta modificar, el torero o el caballo.

  Es lo que los tauròfilos llaman «escarbar».
Se trata de una amenaza ritualizada esperando que no haga falta un enfrentamiento físico y que el torero o el caballo se retiren por su propio pie, cosa que nunca pasa dentro de una plaza de toros, por lo que al animal no le queda más remedio que embestir, intentando apartar el peligro directamente con sus cuernos.

 Este comportamiento es el que el torero quiere crear, y no dejará de provocar al toro hasta que tenga lugar, y cuando pasa, engaña el toro haciéndole pensar que es el «capote» o la «muleta» el que lo está amenazando .
El toro es provocado una y otra vez hasta que el dolor y el cansancio físico lo obligan a rendirse ante el torero.


Pero algunos simplemente, no se rinden.

Su bravura y su coraje van más allá de toda provocación, así que a pesar de todo, siguen embistiendo.
Y siguen
Y siguen.

Es entonces cuando los jueces determinan que el toro ha dado una bella faena, y es indultado.
Tal muestra de valor merece ser recompensada.

Su casa ganadera se llena de prestigio; y el futuro de ese toro es una vida de cuidados y placeres, y el toro pasa a ser un semental para tener herederos de su bravura y su casta.

En la vida, a veces vamos a ser sometidos a duras pruebas. Sólo nuestro valor y coraje ante las adversidades nos sacará adelante.
Pero después que le demuestras a la vida que eres digno, y que tienes el valor; la vida te da tu recompensa.

A veces vemos a la gente triunfadora y los admiramos por lo que han logrado. Pero muy pocas veces nos enteramos de los duros desafíos donde su valor y su coraje fueron puestos a prueba.
Pruebas que otros, sencillamente, no superaron. 





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